Gonzalo Nava; sangre balcarceña en un voluntariado en Tanzania

Gonzalo Nava; sangre balcarceña en un voluntariado en Tanzania

Gonzalo Nava, hijo y nieto de una reconocida familia balcarceña decidió hace más de un año recorrer el mundo con un objetivo central, conocer y elegir el lugar dónde radicarse en forma definitiva.

Desde su lugar de residencia, Río Grande, Tierra del Fuego, partió junto a Romina “a la aventura” quizás sin pensar que en medio de la pandemia hoy estarían realizando un voluntariado en un remoto pueblito de Tanzania.

El desafío era y es mucho más amplio que conocer el mundo, encontrar ese lugar donde puedan pasar una vida juntos. “Tenemos que ver si el país es interesante, si tiene buen clima, si hay industria y vivir dos o tres meses para ver qué pasa con la gente”.

Hubo, previamente años de puro trabajo y ahorro para el viaje, y así en junio de 2018 comenzaron su periplo en moto recorriendo toda Sudamérica para luego ir a Estados Unidos, ya en un auto que transformaron en casilla con él pasaron a México donde los sorprendió la pandemia. Después de superar varios escollos volvieron a EE.UU y desde allí a mediados de septiembre último volaron rumbo a Tanzania para iniciar allí su gran experiencia.

“Fue algo que lo decidió la vida. Elegimos Tanzania porque teníamos previsto estar unos seis meses en África. Nos sentíamos felices de todo lo hecho pero a la vez habían decrecido las ganas de viajar y crecían las ganas de emprender proyectos nuevos. La idea era a la vez hacer un voluntariado, ayudar en algún proyecto, algo que teníamos ya en mente pero que por falta de tiempo no pudimos hacer en Sudamérica. Conocer Africa y hacer voluntariado eran combinables .

Buscamos un destino donde se hablara inglés y así surgió Tanzania en el centro este africano, zona de safaris, cerca del Kilimanjaro, de la zona de gorilas de montaña, cosas que deseábamos recorrer y a la vez una zona de voluntariados”, narró Gonzalo.

UN MUNDO NUEVO

Así llegaron a ubicarse en un lugar en las afueras de la ciudad de Aruya, un pequeño poblado al pie de una de las montañas más grandes y difíciles de escalar de Africa. Están en un sitio de una ONG en el que reciben voluntarios que ayudan en distintos proyectos de la comunidad como ser soportes de un orfanato y de una escuela primaria a la que asisten 32 chicos sponsoreados por dicha ONG y tiene además un proyecto consistente en un invernadero cuyo producido va directo a ayudar a los niños del orfanato. Hay también un espacio en el que se está construyendo un edificio multifuncional “para actos, biblioteca, etc. Para que los niños se puedan reunir a pasar el rato, leer y/o buscar información. Los chicos pasan diez meses al año en las escuelas y dos van a sus casas y los del orfanato vuelven al orfanato. Las condiciones distan de ser la mejores, por lo que darles un lugar donde puedan estar pudiendo leer un libro o compartir con sus pares es mucho más de lo que puede parecer”, comentó.

Nada es fácil allí. La obra de ese espacio multifunción se inició hace cinco años y hoy sólo están las paredes y recién se pudo techar. Ahí es donde Gonzalo y Romina apuntaron con su labor de voluntariado enfocándose a avanzar en la terminación de al menos un sector del edificio para habilitarlo. A su vez llevaron desde EE.UU dos notebooks, un proyector, muchos libros, crayones, juegos de mesas, juguetes que quedarán en ese lugar. Pero las carencias siguen siendo muchas, por eso salieron en búsqueda de ayuda. Amigos, familiares y muchas pesonas en forma anónima se sumaron a la propuesta y eso les permite estar avanzando en la obra, en la que Gonzalo vuelca todos sus conocimientos de ingeniero industrial, y sus habilidades como herrero, mecánico y demás.

Gonzalo comentó que, en relación a la enseñanza, los métodos utilizados son muy clásicos, antiguos, “los chicos no tienen la libertad de decir ‘no entiendo’, tienen la libertad de opinión muy recortada, si no entienden directamente les va mal en el examen”·

Es una realidad difícil de entender si no se ve, según comenta Gonzalo quien sostiene que “hay una gran parte del mundo que no tiene la posibilidad de vivir una experiencia como la que estamos teniendo, eso te hace tener algún sentimiento de retribuir un poco: No solo gozar y disfrutar de poder viajar sino de algún modo devolverlo”. Y esa devolución es la que están llevando adelante.

“Regalar tiempo es lo que uno hace en un voluntariado”, define con palabras simples que encierran un inmenso trabajo cargado de amor al prójimo. En el final de la charla El Diario le preguntó qué se siente al realizar este tipo de voluntariado, a lo que respondió: “se siente poco. Todo lo que uno puede hacer en dos o tres meses y con lo que uno tiene en el bolsillo es poco. Es una sensación agridulce, uno sabe que está ayudando, enseñarle a un solo niño algo que le pueda marcar algo en el camino es muchísimo porque a uno le pasa lo mismo, a veces tiene una persona que le dejó una sola enseñanza pero eso vale muchísimo. Es mucho, pero a la vez sabe que lo que uno hace es un grano de arena en la playa.

Hay cosas que parecen poco en el día a día y acá significan mucho, mucho de verdad. En medio de eso está la satisfacción de al menos haber hecho algo”.

BUSCANDO "EL LUGAR EN EL MUNDO”

Sobre el camino a seguir de ahora en más Gonzalo dijo que de algo están seguros; no van a volver a radicarse en Argentina ni quedarse en Tanzania.

“Una de las motivaciones principales de la salida era buscar un lugar para nosotros, elegir, después de conocer, dónde queremos estar. No es fácil elegir el lugar donde haya buenas posibilidades económicas, la educación que queríamos para nuestros hijos, buen clima y donde nos podamos sentir “en casa”. En diciembre dejamos Tanzania vamos a recorrer España y Australia. Si encontramos el lugar nos quedamos y si no… seguiremos buscando. Esperamos el año que viene encontrar el lugar que deseamos.